El diálogo pastoral

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El diálogo pastoral

El diálogo pastoral es un proceso que avanza poco a poco,

refleja las actitudes ante las personas y comunica la propia

experiencia transformada en sabiduría existencial para la otra

persona. El diálogo pastoral no da recetas mágicas ni suple al

acompañado en la búsqueda de las respuestas que debe ir

dando en su caminar creyente.

Para que pueda existir diálogo pastoral hay que salir al

encuentro del otro y buscar lugares conocidos de forma que se

pueda entablar el diálogo. Muchas veces tendremos la

sensación de perder el tiempo y de hacer un esfuerzo grande

para desprendernos de nuestras seguridades y entrar en el

terreno inseguro de la persona a la que se quiere ayudar. El

pasaje evangélico de la samaritana (Jn 4,4-42) es un ejemplo

referencial de diálogo pastoral. Veamos los pasos de que

consta el relato:

- Cuando la mujer llega al pozo Jesús ya está allí, sentado al

borde del pozo. Se establece un diálogo que va pasando por

momentos distintos.

- Jesús comienza el diálogo expresando una necesidad, pues

tiene sed, no puede sacar agua y pide de beber.

- La petición de Jesús y él mismo son rechazados por

prejuicios sociales heredados; la samaritana expresa el abismo

entre judíos y samaritanos.

- Jesus responde de una roana mucnc más personal y directa;

ofrece un diálogc interpersonal y ofrece el don de Dios.

- La mujer se siente sorprendida y manifiesta profunda

admiración por la propuesta de Jesús. Algo importante ha

pasado en el interior de la samaritana, pues cambia la actitud y

las expresiones en el diálogo.

- Jesús aprovecha esta situación nueva y habla a la samaritana

en su propio lenguaje y de su vida cotidiana; en el transcurso

de la conversación y de una forma casi imperceptible pasa a la

iluminación de fe refiriéndose a agua viva, vida sin término,

manantial interior, etc.

- La samaritana termina pidiendo: "Señor, dame de esa agua;

así no tendré nunca más sed, ni tendré que venir a buscarla".

Hay apertura de horizonte, pero la mujer no llega al significado

profundo de la fe.

- Jesús recibe esta petición de la Samaritana y remite a la

mujer a su vida; en este momento el diálogo adquiere una

dimensión de revisión de vida (Jn 4,16-24). Desde una vida

poco auténtica no se puede acoger el don de Dios. Esta

confrontación de la vida con la verdad está teñida de

compasión y misericordia, pero también de exigencia de un

corazón auténtico. No hay posibilidad de huida o de disculpas.

- El cambio de actitudes en la Samaritana propicia la

experiencia de Dios, es el momento del reconocimiento de

Jesús, es camino, verdad y vida que nos lleva al Padre y a una

vida nueva.

- La mujer deja el cántaro y va al pueblo a anunciar a sus

vecinos todo lo que ha pasado y a quién ha encontrado. Y

muchos samaritanos creyeron a partir del testimonio de aquella

mujer. Más aún, ellos mismos tuvieron la experiencia de Dios y

creyeron por sí mismos (Jn 4,29-42).

4.1. La relación personal

Es el medio concreto en el que se realiza el servicio del

acompañamiento personal. Es encuentro entre dos personas y

relación interpersonal que permita al acompañado percibirse a

sí mismo tal y como se encuentra, así como el paso de Dios

por su propia vida. Esta realidad hace que el acompañante se

sienta principalmente como mediador de una relación en la que

el Espíritu Santo y la gracia de Dios son los protagonistas. En

este contexto se sitúa la relación de ayuda para que la persona

acompañada madure en todas las facetas de su vida por el

"crecimiento personal armónico de todas las potencialidades

que el joven lleva dentro de sí, razón, afectividad, deseo de

absoluto; una atención a su dimensión social, cultivando

actitudes de solidaridad y de diálogo y estimulando un

compromiso por la justicia y por una sociedad de talla humana;

una preocupación por la dimensión cultural, pues la

evangelización no es añadir un conocimiento religioso junto a

contenidos que le resultan extraños" (O.P.J. n. 32).

4.2. Orientar y guiar desde la no-directividad

La ayuda personal y la efectiva requiere la concurrencia de tres

instancias: las orientaciones exteriores, la relación

interpersonal y el trabajo desde dentro. Esto supone que el

acompañante es una persona con madurez afectiva y

emocional, formación adecuada, coherencia entre lo que dice y

hace y la aceptación incondicional de la persona a la que se

ayuda. Si la relación de ayuda requiere todos estos requisitos,

fácilmente se puede concluir que lo fundamental no es la

aplicación de métodos o técnicas, sino de ser auténtico y de

acoger a la otra persona con sus defectos y limitaciones. Sólo

de esta forma el acompañante puede situarse en lugar de la

persona acompañada y tratar de ver y sentir desde dentro de

ella lo que vive y comunica. La relación de ayuda con estas

características empieza con que el orientador haga una buena

acogida que dé confianza y serenidad, y por una actitud de

escucha atenta que manifieste a la otra persona que nos

preocupamos por ella, por lo que está viviendo y por lo que nos

cuenta. La escucha atenta ayuda al orientado a escucharse a

sí mismo y a escuchar a Dios, lo cual constituye un dato

importante ya que da unidad a la vida espiritual.

Las intervenciones del acompañante como orientador tienen

que tener tres características: deben reflejar lo que el orientado

ha comunicado desde su propio marco referencial, han de

ayudar al sujeto a conocer mejor su propia realidad y, al

tiempo, le facilitarán el hallazgo de los medios para seguir

avanzando como persona y como creyente.

5. Acompañar el proyecto de vida cristiana

Muchas veces hablamos del proyecto de vida dando por

supuesto que en la base existe una personalidad madura. No

siempre es así; por lo mismo el acompañamiento personal

tratará como tema básico el de la madurez de las personas.

También conviene recordar cómo la persona madura pone en

juego su libertad y responsabilidad para elegir un proyecto

concreto de vida.

Toda elección debe ir precedida por un momento de escucha y

otro momento de discernimiento. Hay que escuchar la propia

historia, las experiencias más importantes, los momentos más

significativos, las intuiciones del corazón, la afectividad

profunda y las interpelaciones de las realidades sociales que

nos rodean. Toda elección abre unas puertas y cierra otras;

esto es doloroso, pero también posibilita el crecimiento

personal y amplía el campo de nuestra libertad interior. El

proyecto personal de vida nos permite ser nosotros mismos,

nos libera de muchas manipulaciones y nos permite encauzar

el futuro de forma creativa y responsable.

En todo este proceso de escucha, y con vistas al

discernimiento, es central el mundo de los sentimientos y de la

afectividad. Analizar las consolaciones y desolaciones que

invaden el corazón del creyente cuando lee el Evangelio,

contempla los misterios de la vida de Cristo, revisa su vida y se

sitúa en disponibilidad para lo que Dios quiera, es el mejor

camino para fundamentar la vida y la fe desde lo vivido como

unidad personal, es decir, desde la cabeza, el corazón y la

voluntad.

5.1. El proyecto de vida de Jesús ayuda a encontrar y discernir

el propio proyecto

Los proyectos de vida cristiana tienen una raíz común (la

vocación bautismal), un ámbito de referencia (la comunidad

cristiana) y apuntan a un horizonte (el Reino). Esto es así

porque la referencia del creyente es la persona de Jesús;

llegados aquí nos podemos preguntar: ¿cuál fue lo definitivo

para Jesús, lo que orientó toda su vida? Es fácil de responder:

hacer la voluntad del Padre, anunciar la Buena Noticia y salvar

a la humanidad. La realidad del Reino proclamada e iniciada

por Jesús es la que une voluntad de Dios, evangelio y

salvación.

El Reino irrumpe comunicándonos una experiencia nueva de

Dios como Padre y situando a los hombres como hermanos

desde unos nuevos valores y la opción preferencial por los

pobres y sencillos.

Las acciones liberadoras de Jesús, su solidaridad con los

pequeños, enfermos, marginados, y pecadores, y las

denuncias de orden vigente constituyen un proyecto alternativo

de vida llevado adelante por el don gratuito del amor de Dios.

La novedad del Evangelio se acoge y comprende desde la

comunidad de discípulos de Jesús. Seguir a Jesús y acoger el

Reino pasa por la incorporación al grupo que Jesús inicia con

los Doce. Dentro de la comunidad cada uno encontrará el lugar

y el servicio que Dios le pide en la animación de la comunidad

y en la edificación del Reino.

El crecimiento espiritual ayuda a los catecúmenos a seguir a

Jesús de Galilea a Jerusalén, y a vivir todo lo que vivieron los

Apóstoles en este itinerario de fe. El descubrimiento del

proyecto de Jesús y sus actitudes personales respecto de la

voluntad del Padre son elementos paradigmáticos para el

creyente.

5.2. El discernimiento de Jesús

Hemos visto cómo lo central en la vida de Jesús fue hacer la

voluntad del que le había enviado; con todo, su discernimiento

también incluyó los medios apropiados para descubrir y hacer

la voluntad del Padre. El medio más significativo que vivió

Jesús fue la solidaridad con los más pobres; desde ahí amó sin

límite a todos los hombres y asumió la cruz hasta el extremo de

dar la vida.

Es importantísimo que el acompañante ayude al acompañado

a tener las mismas actitudes que tuvo Jesús, y que se podrían

resumir en una fundamental: relativizar todo lo que no es el

Reino de Dios y su justicia. Sólo desde esta actitud de

disponibilidad total o indiferencia puede el creyente oír de

forma inequívoca lo que Dios le pide. El acompañante espiritual

hará todo lo posible para asegurar la objetividad del proceso de

discernimiento y evitar que intereses poco evangélicos

interfieran en la toma de decisiones. Cumpliendo este cometido

el acompañante es fiel reflejo de lo que ocurre y testigo fiel del

Dios vivo.


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El diálogo pastoral

El diálogo pastoral es un proceso que avanza poco a poco,

refleja las actitudes ante las personas y comunica la propia

experiencia transformada en sabiduría existencial para la otra

persona. El diálogo pastoral no da recetas mágicas ni suple al

acompañado en la búsqueda de las respuestas que debe ir

dando en su caminar creyente.

Para que pueda existir diálogo pastoral hay que salir al

encuentro del otro y buscar lugares conocidos de forma que se

pueda entablar el diálogo. Muchas veces tendremos la

sensación de perder el tiempo y de hacer un esfuerzo grande

para desprendernos de nuestras seguridades y entrar en el

terreno inseguro de la persona a la que se quiere ayudar. El

pasaje evangélico de la samaritana (Jn 4,4-42) es un ejemplo

referencial de diálogo pastoral. Veamos los pasos de que

consta el relato:

- Cuando la mujer llega al pozo Jesús ya está allí, sentado al

borde del pozo. Se establece un diálogo que va pasando por

momentos distintos.

- Jesús comienza el diálogo expresando una necesidad, pues

tiene sed, no puede sacar agua y pide de beber.

- La petición de Jesús y él mismo son rechazados por

prejuicios sociales heredados; la samaritana expresa el abismo

entre judíos y samaritanos.

- Jesus responde de una roana mucnc más personal y directa;

ofrece un diálogc interpersonal y ofrece el don de Dios.

- La mujer se siente sorprendida y manifiesta profunda

admiración por la propuesta de Jesús. Algo importante ha

pasado en el interior de la samaritana, pues cambia la actitud y

las expresiones en el diálogo.

- Jesús aprovecha esta situación nueva y habla a la samaritana

en su propio lenguaje y de su vida cotidiana; en el transcurso

de la conversación y de una forma casi imperceptible pasa a la

iluminación de fe refiriéndose a agua viva, vida sin término,

manantial interior, etc.

- La samaritana termina pidiendo: "Señor, dame de esa agua;

así no tendré nunca más sed, ni tendré que venir a buscarla".

Hay apertura de horizonte, pero la mujer no llega al significado

profundo de la fe.

- Jesús recibe esta petición de la Samaritana y remite a la

mujer a su vida; en este momento el diálogo adquiere una

dimensión de revisión de vida (Jn 4,16-24). Desde una vida

poco auténtica no se puede acoger el don de Dios. Esta

confrontación de la vida con la verdad está teñida de

compasión y misericordia, pero también de exigencia de un

corazón auténtico. No hay posibilidad de huida o de disculpas.

- El cambio de actitudes en la Samaritana propicia la

experiencia de Dios, es el momento del reconocimiento de

Jesús, es camino, verdad y vida que nos lleva al Padre y a una

vida nueva.

- La mujer deja el cántaro y va al pueblo a anunciar a sus

vecinos todo lo que ha pasado y a quién ha encontrado. Y

muchos samaritanos creyeron a partir del testimonio de aquella

mujer. Más aún, ellos mismos tuvieron la experiencia de Dios y

creyeron por sí mismos (Jn 4,29-42).

4.1. La relación personal

Es el medio concreto en el que se realiza el servicio del

acompañamiento personal. Es encuentro entre dos personas y

relación interpersonal que permita al acompañado percibirse a

sí mismo tal y como se encuentra, así como el paso de Dios

por su propia vida. Esta realidad hace que el acompañante se

sienta principalmente como mediador de una relación en la que

el Espíritu Santo y la gracia de Dios son los protagonistas. En

este contexto se sitúa la relación de ayuda para que la persona

acompañada madure en todas las facetas de su vida por el

"crecimiento personal armónico de todas las potencialidades

que el joven lleva dentro de sí, razón, afectividad, deseo de

absoluto; una atención a su dimensión social, cultivando

actitudes de solidaridad y de diálogo y estimulando un

compromiso por la justicia y por una sociedad de talla humana;

una preocupación por la dimensión cultural, pues la

evangelización no es añadir un conocimiento religioso junto a

contenidos que le resultan extraños" (O.P.J. n. 32).

4.2. Orientar y guiar desde la no-directividad

La ayuda personal y la efectiva requiere la concurrencia de tres

instancias: las orientaciones exteriores, la relación

interpersonal y el trabajo desde dentro. Esto supone que el

acompañante es una persona con madurez afectiva y

emocional, formación adecuada, coherencia entre lo que dice y

hace y la aceptación incondicional de la persona a la que se

ayuda. Si la relación de ayuda requiere todos estos requisitos,

fácilmente se puede concluir que lo fundamental no es la

aplicación de métodos o técnicas, sino de ser auténtico y de

acoger a la otra persona con sus defectos y limitaciones. Sólo

de esta forma el acompañante puede situarse en lugar de la

persona acompañada y tratar de ver y sentir desde dentro de

ella lo que vive y comunica. La relación de ayuda con estas

características empieza con que el orientador haga una buena

acogida que dé confianza y serenidad, y por una actitud de

escucha atenta que manifieste a la otra persona que nos

preocupamos por ella, por lo que está viviendo y por lo que nos

cuenta. La escucha atenta ayuda al orientado a escucharse a

sí mismo y a escuchar a Dios, lo cual constituye un dato

importante ya que da unidad a la vida espiritual.

Las intervenciones del acompañante como orientador tienen

que tener tres características: deben reflejar lo que el orientado

ha comunicado desde su propio marco referencial, han de

ayudar al sujeto a conocer mejor su propia realidad y, al

tiempo, le facilitarán el hallazgo de los medios para seguir

avanzando como persona y como creyente.

5. Acompañar el proyecto de vida cristiana

Muchas veces hablamos del proyecto de vida dando por

supuesto que en la base existe una personalidad madura. No

siempre es así; por lo mismo el acompañamiento personal

tratará como tema básico el de la madurez de las personas.

También conviene recordar cómo la persona madura pone en

juego su libertad y responsabilidad para elegir un proyecto

concreto de vida.

Toda elección debe ir precedida por un momento de escucha y

otro momento de discernimiento. Hay que escuchar la propia

historia, las experiencias más importantes, los momentos más

significativos, las intuiciones del corazón, la afectividad

profunda y las interpelaciones de las realidades sociales que

nos rodean. Toda elección abre unas puertas y cierra otras;

esto es doloroso, pero también posibilita el crecimiento

personal y amplía el campo de nuestra libertad interior. El

proyecto personal de vida nos permite ser nosotros mismos,

nos libera de muchas manipulaciones y nos permite encauzar

el futuro de forma creativa y responsable.

En todo este proceso de escucha, y con vistas al

discernimiento, es central el mundo de los sentimientos y de la

afectividad. Analizar las consolaciones y desolaciones que

invaden el corazón del creyente cuando lee el Evangelio,

contempla los misterios de la vida de Cristo, revisa su vida y se

sitúa en disponibilidad para lo que Dios quiera, es el mejor

camino para fundamentar la vida y la fe desde lo vivido como

unidad personal, es decir, desde la cabeza, el corazón y la

voluntad.

5.1. El proyecto de vida de Jesús ayuda a encontrar y discernir

el propio proyecto

Los proyectos de vida cristiana tienen una raíz común (la

vocación bautismal), un ámbito de referencia (la comunidad

cristiana) y apuntan a un horizonte (el Reino). Esto es así

porque la referencia del creyente es la persona de Jesús;

llegados aquí nos podemos preguntar: ¿cuál fue lo definitivo

para Jesús, lo que orientó toda su vida? Es fácil de responder:

hacer la voluntad del Padre, anunciar la Buena Noticia y salvar

a la humanidad. La realidad del Reino proclamada e iniciada

por Jesús es la que une voluntad de Dios, evangelio y

salvación.

El Reino irrumpe comunicándonos una experiencia nueva de

Dios como Padre y situando a los hombres como hermanos

desde unos nuevos valores y la opción preferencial por los

pobres y sencillos.

Las acciones liberadoras de Jesús, su solidaridad con los

pequeños, enfermos, marginados, y pecadores, y las

denuncias de orden vigente constituyen un proyecto alternativo

de vida llevado adelante por el don gratuito del amor de Dios.

La novedad del Evangelio se acoge y comprende desde la

comunidad de discípulos de Jesús. Seguir a Jesús y acoger el

Reino pasa por la incorporación al grupo que Jesús inicia con

los Doce. Dentro de la comunidad cada uno encontrará el lugar

y el servicio que Dios le pide en la animación de la comunidad

y en la edificación del Reino.

El crecimiento espiritual ayuda a los catecúmenos a seguir a

Jesús de Galilea a Jerusalén, y a vivir todo lo que vivieron los

Apóstoles en este itinerario de fe. El descubrimiento del

proyecto de Jesús y sus actitudes personales respecto de la

voluntad del Padre son elementos paradigmáticos para el

creyente.

5.2. El discernimiento de Jesús

Hemos visto cómo lo central en la vida de Jesús fue hacer la

voluntad del que le había enviado; con todo, su discernimiento

también incluyó los medios apropiados para descubrir y hacer

la voluntad del Padre. El medio más significativo que vivió

Jesús fue la solidaridad con los más pobres; desde ahí amó sin

límite a todos los hombres y asumió la cruz hasta el extremo de

dar la vida.

Es importantísimo que el acompañante ayude al acompañado

a tener las mismas actitudes que tuvo Jesús, y que se podrían

resumir en una fundamental: relativizar todo lo que no es el

Reino de Dios y su justicia. Sólo desde esta actitud de

disponibilidad total o indiferencia puede el creyente oír de

forma inequívoca lo que Dios le pide. El acompañante espiritual

hará todo lo posible para asegurar la objetividad del proceso de

discernimiento y evitar que intereses poco evangélicos

interfieran en la toma de decisiones. Cumpliendo este cometido

el acompañante es fiel reflejo de lo que ocurre y testigo fiel del

Dios vivo.


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