MATERIAL DE APOYO PROF. RAFAEL ALVAREZ

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Juventud y Revolución social: Algunos aportes sobre la situación juvenil en la

actualidad.

Rafael Álvarez de los Santos.

Un breve contexto histórico.

Esta época se caracteriza por la ambigüedad y por ser un momento de transición que

cuestiona los últimos tiempos de una modernidad que fracasó, y no dio respuestas a

las inquietudes del ser humano para vivir mejor.

Cuestiona lo que estuvo vigente en los últimos tres siglos, los valores, la política, los

modelos sociales, por eso estamos viviendo en crisis.

Hay una tendencia a desconfiar de todos los postulados de la modernidad. De que el

ser humano iba a encontrar el camino de la felicidad a través del uso de la razón, que

iba a poder emanciparse y vivir en libertad. Que a través de la política, las ciencias

sociales y la tecnología se iba a transformar la sociedad. Es una desconfianza en el

pensamiento utópico.

El socialismo como propuesta ideológica fracasó, y el liberalismo o capitalismo salvaje

triunfó. Actualmente no hay competencia y este hecho fue proclamado como el

pensamiento único.

Los y las jóvenes de ahora son más realistas, las generaciones anteriores eran más

idealistas. Son hedonistas como consecuencias de la época histórica en que les ha

tocado vivir. No aceptan la doble moral de los adultos y de un mundo que fracasó en

brindarle respuestas para su futuro, para las injusticias y las desigualdades.

Es una época de incertidumbre y perplejidad, confusión, inseguridad y desconfianza.

Recuperar las utopías es importante. Hay una crisis de certeza, no se sabe en qué se

va a creer. Es una pérdida de lo que se daba por supuesto.

La globalización ha traido una relativización de la vida. Nadie es absoluto porque hay

otras formas de vivir. Todo es ambiguo, ni es bueno ni es malo, se respetan las

diferencias, nada tiene que ser de una forma, lo diverso no es malo, sino rico. Todo lo

anterior produce relativismo ético, pero también produce una demanda ética.

Pero también la modernidad puso en cuestionamiento los valores cristianos, la fe fue

relegada al plano de sustituta y Dios actuaría solamente cuando la ciencia no pudiera.

La arrogancia intelectual de algunos autores les llevaría a proclamar la muerte de Dios.

Muerto Dios quedaba sostenido en vilo la respuesta a la búsqueda de sentido y

felicidad del ser humano.

Es una sociedad movida por la lógica económica llamada Neoliberalismo cuyos

valores ubicarán la felicidad, la respuesta a la búsqueda de sentido del ser humano en

el consumo.

En este modelo el ciudadano fue sustituido por el consumidor. Será el consumismo

quien pasará a regir los valores de esta sociedad teniendo como principal blanco de

público, o target como le llaman hoy, a los y las jóvenes.

¿Qué ha pasado con la Juventud de hoy en República Dominicana?

En los años 60 y 70 la juventud era fervorosa, movida, se le llamaba revolucionaria. Era

una juventud que creía fielmente en que se podía cambiar el mundo, tenían sueños,

utopías, soñaban con un mundo más humano, con un mundo donde todos y todas

fuéramos iguales.

Pero las luchas revolucionarias no fueron suficientes y fue perdiéndose la fe en estas,

se fue volviendo débil la razón para cantar una canción que se popularizara bastante

en nuestras iglesias “hombres nuevos creadores de la historia, constructores de nueva

humanidad”.

Si observamos, en relación a personas por admirar y emular su ejemplo como modelo

de lucha en nuestro país son jóvenes de esa época y podemos mencionar, por citar

algunos ejemplos, a Manuel Aurelio Tavárez Justo, las hermanas Mirabal, Amín Abel,

Amaury Germán Aristy, entre muchos otros.

Luego llegamos a la década de los 80tas. Esta década es conocida en la historia como

la “década perdida”. La razón al denominársele de esta manera es porque ninguna

economía creció produciéndose grandes crisis a nivel de América Latina.

Precisamente estas crisis económicas acentuaron el papel de los movimientos sociales

encarnadas en manifestaciones públicas de rechazo a las salidas propuestas por los

gobiernos de aquel entonces y exigiendo mejor calidad de vida.

Y es así como llegamos a los inicios de la década de los 90tas. En este período llegan

los desencantos, los desengaños, la evaluación de las luchas pasadas y al contrastarse

con la situación social del momento la gente comenzó a darlas por perdidas.

En este período comienza a surgir una juventud conformista, una juventud que decía

“para qué sirvieron las luchas, quizás es mejor no hacerlas y dedicarnos a la

generación de ingresos económicos pues eso es lo que importa”. Se crea la imagen de

que para ser alguien y ser tomado en cuenta debes tener dinero y comienza una

búsqueda del dinero como garante de reconocimiento social y de agenciarse el favor

de la justicia.

Los fracasos pasados se convirtieron en egoísmos, se rememoran las películas del

viejo oeste donde prevalece la ley del más fuerte, el cine de Hollywood comienza a

vendernos a Rambo, Rocky, el Demoledor... y sus películas de súper héroes de carne

y hueso pues las imágenes que guardábamos era la de seres superiores a los

humanos que no albergaban la finitud de la mortalidad.

A partir de estas películas comienza a crearse una cultura de violencia y un afán por la

apariencia física (recordemos que estos nuevos héroes eran hombres de gran

corpulencia) y, por qué no, un nuevo prototipo del machismo encarnando estos

hombres los nuevos gustos de las mujeres: el hombre alto, fuerte, de ojos azules...

Es precisamente en esta década donde comienzan a surgir los tratados de superación

personal donde se propone que no te puedes quedar atrás, que debes buscar la

excelencia para “ser más”, inclusive más que los demás “porque tienes que tener

mucho más (dinero, ropa, perfumes) para ser gente”. Incluso se escriben libros que te

señalan cómo alcanzar el éxito, pero quienes lo escriben son personas de un nivel

económico muy alto donde te describen su proeza de cómo llegaron a ser millonarios y

por ende nos hacen pensar que el éxito depende de qué cantidad de dinero hayas

podido acumular en tu vida.

Aquí cambiará de sentido el concepto de sociedad pues el modelo que se nos presenta

es la clase económica de apellidos sonoros, los barrios quedarán excluidos del

concepto y pasarán a ser los malos de la película, los revoltosos, los violentos, los

delincuentes, sólo teniendo poder económico tendrás estatus social y lo importante es

que dejarás de parecerte a la clase que no es modelo para nadie: los pobres.

La conclusión será la siguiente: un hombre o mujer de éxito será la persona que posee

un nivel económico alto, no la persona que haya logrado tener una familia estable, una

relación con Dios estable, relaciones humanas y sociales estables. La estabilidad y la

felicidad sólo la dará el dinero, lo demás no tiene sentido.

Todo esto nos alejó mucho más del compromiso social tan así que ya no tenemos

personas que se nos presenten como ideales a seguir, el papel de los patriotas y

líderes sociales pasará a ser ocupado por los deportistas o los artistas, personas cuyo

éxito radica en las grandes fortunas que han obtenido, no en lo que hayan aportado a

la transformación de sistemas de convivencias injustos.

Y tiene uno que andar reviviendo a Duarte, Sánchez, Mella, Luperón, Caamaño, Ché

Guevara, Mamá Tingó, entre otros tantos que en un determinado momento fueron

jóvenes igual que la mayoría de la población dominicana, sólo que los modelos de

referentes sociales no eran los grandes millonarios, sino el interés por la justicia. Y es

así como nos hemos ido quedando con una sociedad sin referentes a quienes los

jóvenes puedan idealizar.

Comenzando el año dos mil nos encontrábamos con una juventud totalmente diferente:

sin personalidad, sin compromiso social, temeroso de las relaciones y de las cosas

serias, que gira como veleta “siempre guiada por el viento”, actúa de acuerdo a la

coyuntura social actual (modas, música, bailes).

La juventud pasará a ser determinada por la edad, los estudios y la no incorporación al

trabajo laboral. Partiendo de estas premisas podemos afirmar que tenemos mucho

menos jóvenes de los que biológicamente se cree porque el joven común tiene que

trabajar y estudiar para poder superarse. Con este contexto juvenil no se veía mucha

esperanza hasta finales de los noventas e inicios del año dos mil.

Algo nuevo está naciendo.

Las grandes rupturas históricas han tenido en su epicentro el alma de juventud; jóvenes

atrevidos, contestatarios de los sistemas injustos, de las políticas excluyentes y de

liderazgos corruptos. Esa intervención juvenil en el compromiso con la historia parece

estar de regreso para alivio nuestro.

Este regreso de lo juvenil como sujetos que protagonizan su propia historia está

precedido de los enfoques asumidos en los conceptos de ciudadanía y la posterior

reflexión sobre la subjetividad desde contextos empobrecidos y de vida negada; estos

planteamientos traerán el renacer de los grandes movimientos sociales que hoy tienen

presencia en diferentes países y el nuestro no es la excepción.

Primero daremos un paseo por el plano internacional para terminar aterrizando en el

plano local. Comenzamos por Egipto donde el cansancio de la perpetuidad de una

persona en el poder hizo despertar el espíritu juvenil dormido iniciando lo que se llamó

“la revolución de la juventud” el 25 de enero de 2011, y que dio al traste con el

Gobierno despótico de Hosni Mubarack; se le llama de esta manera porque el

promedio de los que ocuparon la Plaza Tahrir no sobrepasaban los 30 años y por el

uso intensivo de las telecomunicaciones y las nuevas tecnologías, ya que estas

protestas fueron convocadas a través de Facebook y twiter.

En España los Indignados o el 15-M (Movimiento 15 de mayo) comenzó como una

protesta juvenil contra la precariedad laboral, los recortes del presupuesto a la

educación y el aumento de los créditos en las universidades. Estas manifestaciones

encontraron eco en la población española y culminaron con el adelanto de las

elecciones por parte del presidente de entonces Rodríguez Zapatero.

En Libia, unos jóvenes iniciaron lo que es conocido como “La revuelta del 27 de febrero

o el día de la ira”. En un primer momento el sentido era demandar reformas políticas y

económicas, pero la manera en como respondió el gobierno hizo que se sumaran otras

fuerzas que dieron al traste con la Caída de Gadafi.

En Chile surgió un movimiento cuyo accionar fue conocido como “la revolución de los

Pingüinos”. Un grupo de estudiantes de secundaria que se levantaron exigiendo calidad

en la educación.

En nuestro caso particular desde principios del 2000 la juventud ha venido mostrando

señales de empoderamiento e incidencia muy significativas. Podríamos mencionar aquí

hechos anteriores a la fecha que asumimos como referente, pero hemos preferido partir

de la indicada por considerarlos más vigentes en la memoria no solo de los adultos,

sino de los y las jóvenes.

El surgimiento de Yatabueno y DeLuto (ambos disueltos), que se manifestaban en las

zonas céntricas de la capital contra el Gobierno de Hipólito Mejía (2000-2004) y las

actividades de Juventud Rebelde en 2003 y 2004 comenzaron a prefigurar una activa

participación de los jóvenes en la vida política del país para este nuevo milenio;

participación visible que venía en declive desde las movilizaciones estudiantiles de los

60, 70 e inclusive desde mediados de los 80, aunque siempre han existido jóvenes

participantes de los movimientos sociales y en el interior de la UASD nunca han

desaparecido ciertos focos de resistencia.

Dos grandes procesos con un fuerte componente juvenil se sucedieron durante los

años 2004 y 2005, y fueron, la lucha contra el Rockash y contra la aprobación de la Ley

Sectorial de Áreas Protegidas, que pretendía cercenar las playas del Parque Nacional

Jaragua (en especial Bahía de las Águilas) y del Parque Nacional del Este; y la lucha

contra el engendro de la Isla Artificial.

En agosto de 2006, se realizó "La Otra Feria", donde un grupo de estudiantes de

diferentes universidades y profesionales, decidieron reunirse para mostrar la Verdadera

República Dominicana frente a "la mentira, la corrupción y la falsedad".

El 2009 fue el año de la lucha contra la cementera en Los Haitises, la más masiva y

destacada de las luchas del momento. Los jóvenes, los organizados y los

independientes, llevaron la voz cantante en este exitoso proceso.

El 2010 fue marcado por tres hitos: la lucha contra la Barrick Gold durante toda la

primera mitad hasta las elecciones de mayo, el Comité Contra el Abuso Policial en

agosto de 2010, que desarrolló una marcha contra la violencia; y las movilizaciones por

el 4% para la educación, que aunque han unido al país, y tienen la participación de los

empresarios, las ongs, los maestros y hasta de los campesinos, destaca la

participación y empatía con los y las jóvenes desde sus diferentes expresiones

asumidas especialmente por el grupo juvenil cerito y cruz quienes realizaron un video

que subieron a youtube retratando la realidad de la educación dominicana.

En el 2011 continua la lucha por el 4% para la educación concentrando a centenares

de jóvenes en los puntos estratégicos y definidos para tal movilización.

El 2012 tiene especial relevancia la lucha llevada a cabo por la Pastoral Juvenil en

donde adolescentes y jóvenes se manifestaron rechazando las intenciones del

congreso dominicano de aumentar las penas a los niños, niñas y adolescentes que

cometieran algún hecho delictivo, acción que permanece puesto que las intenciones

siguen intactas y falta por conocerse en el Senado de la República. En este orden

también hubo un aporte de los NNAJ de Visión Mundial.

Importante es resaltar que una vez se conoció el monto del déficit fiscal heredado de la

gestión del ex presidente Leonel Fernández jóvenes de todo el país se movilizaron

exigiendo se esclarecieran las causas y fuesen juzgados los responsables. Junto a

estas acciones iniciaron un itinerario de juicios públicos en los que condenaban el

desfalco al estado y exigían el cese de la impunidad rampante en el país.

Estos eventos nos endulzan el paladar y nos devuelven la alegría de saber que no todo

está perdido, que la juventud está renaciendo.

Nuestro rol como Iglesia ante los posibles escenarios de incidencia social.

En este tiempo de globalización, nuevas tecnologías y búsqueda de nuevas

identidades el posibilitar organizaciones juveniles que puedan generar propuestas de

ciudadanía y constitución de identidad es un verdadero reto que afrontar. Las y los

jóvenes cada vez están más expuestas/os (llamados/as) tanto en los centros urbanos

como en los suburbanos y rurales a fortalecer sus identidades desde visiones foráneas

y ajenas a su historia y culturas.

Los jóvenes son actualmente el público preferido del mercado consumidor, a ellos y a

ellas se les invita a ser libres, a descubrir el secreto de la felicidad, a ser diferentes,

únicos usando tal o cual marca. La cultura neoliberal promueve la construcción de

individuos-objetos, seres no pensantes, presos de la fantasía y la apariencia. Nuestros

jóvenes son víctimas de un mercado y modelo excluyente y de una modernización que

ha promovido el individualismo alejando a las personas de las luchas por las causas

colectivas y es así como nos hemos encaminado a una sociedad que difiere de las

luchas sociales, nos ven como los malos de la película y se va buscando salidas

individuales a problemas colectivos y sociales.

En este orden el empoderamiento y participación de las organizaciones juveniles

pueden aportar en los procesos sociales, económicos, políticos y culturales, en el

seguimiento de políticas públicas que van encaminadas a ser enriquecidas y validadas

con la participación de una ciudadanía juvenil organizada y consciente de la realidad en

que se desarrolla.

Es vital para estos y estas jóvenes el fortalecimiento de su identidad personal, social,

colectiva desde la apropiación de su historia, la expresión de su creatividad y el

desarrollo de sus propias iniciativas, desde una visión crítica de la sociedad que forman

parte.

Se impone la construcción social de una nueva ciudadanía juvenil que posibilite un

mayor empoderamiento personal y colectivo con miras a la constitución de una

juventud comprometida con la transformación social que favorezca que las y los

jóvenes cuenten con espacios en los que les sean garantizados sus derechos y

sobretodo se empoderen de los espacios de participación ciudadana.

Estimular el desarrollo de una conciencia crítica.

En nuestro trabajo con jóvenes será importante desarrollar en ellas y ellos un interés

por la realidad en la cual viven. Este interés puede facilitarse a cualquier persona de

cualquier edad, sabiendo por supuesto que las herramientas que utilizamos para

conseguir este objetivo varían según muchísimos factores (dónde vive, quién es, qué

quiere, etc.).

Estas herramientas deben ser sólo eso: herramientas. Un martillo y unos clavos nunca

sustituyen el trabajo de la persona obrera, aún si son necesarios o indispensables. Se

ofrecen como instrumentos que deben facilitar a cada persona, a cada joven su propia

búsqueda, de modo que se interese desde sí mismo en su realidad. Creemos en la

capacidad de las y los jóvenes para entender a fondo su propio entorno, y por eso

mismo tratamos de evitar explicarles ese entorno. Es suficiente, en la mayoría de los

casos, con apenas facilitar las condiciones para que ellas y ellos mismos desarrollen

una discusión acerca de un tema, y lo enfoquen desde diversos puntos de vista críticos.

La conciencia crítica implica una visión activa (aún si en principio parte de lo pasivo o

contemplativo) de la realidad. Sabemos que cada joven tiene sus propios rasgos físicos

y emocionales, por lo tanto no hay dos conciencias iguales. Sabemos, además, que la

realidad de cada joven es distinta: aún si viven en la misma comunidad, cada joven

tiene su familia particular, sus amigos y amigas particulares, sus actividades

particulares, y dado que su conciencia también es particular, entonces su relación con

esa realidad obligatoriamente será también particular. Por lo tanto, la conciencia crítica

debe ser apenas facilitada o, mejor aún, simplemente recomendada o provocada, de

manera que surja de la riqueza interior de cada joven.

El interés por la realidad no es algo que deba surgir de la noche a la mañana, pues de

ser así, no habrá surgido de forma natural, y de la mañana a la noche habrá

desaparecido. Por eso hablamos de DESARROLLAR una conciencia crítica. La

conciencia crítica puede nacer del interés del joven por un pequeño fragmento de su

realidad; dicho fragmento, si se somete a su conciencia crítica, la estimulará, la

impulsará a generar preguntas que, a su vez, conducirán a otros fragmentos de la

misma realidad, derivados de aquel primer fragmento. De este modo la conciencia

crítica, tal como si se tratara del aprendizaje de un instrumento musical, cada vez

tendrá más amplitud, y por tanto cubrirá cada vez más la realidad circundante del

joven.

Finalmente, como consecuencia de este desarrollo de la conciencia crítica surgen otros

elementos. Hablamos de fomentar la libertad de expresión, y el desarrollo de una

conciencia crítica inevitablemente estimula la libertad –y, más aún, la necesidad- de

expresión en el joven. Hablamos de la creación de alternativas y propuestas desde los

jóvenes y su realidad, y de una conciencia crítica de las cosas reales que provoca el

sistema adultocéntrico (es decir, que gira en función de todo lo que es adulto); el

desarrollo de una conciencia crítica inevitablemente conduce al joven a aprobar

determinados elementos del sistema que condiciona su realidad, y por ende a

condenar otros elementos de ese sistema, y esto lo conduce a proponer, por iniciativa

propia, alternativas y propuestas para mejorar esa realidad. Esto, a su vez, lo conduce

al compromiso con la transformación de su realidad social, pues se ha convertido ese

compromiso en el compromiso que por naturaleza tiene para con sí mismo y sus

intereses personales: ahora el bienestar de su entorno es su propio interés. Hablamos

de la participación de las y los jóvenes en la toma de decisiones, y el desarrollo de una

conciencia crítica (seguido por el compromiso del que hemos hablado) conduce

inevitablemente a esa participación en la toma de decisiones; lo cual conduce a la

descentralización del poder adulto céntrico, pues el desarrollo de una conciencia crítica,

al fortalecer la identidad del joven, le confiere poder e incidencia reales sobre la

realidad que lo rodea. Vemos nuestro trabajo como un esfuerzo por afirmarnos como

sujetos capaces de tomar decisiones desde una perspectiva consciente y libre.

¿Qué espiritualidad promovemos?

Los y las jóvenes piden respuestas éticas y buscando esa demanda han regresado a lo

sagrado. El joven necesita respuestas éticas ante sus demandas existenciales, si no

las encuentra en la historia la busca en lo sagrado

En estos últimos tiempos ha habido un gran auge en occidente de las filosofías

orientales, de la meditación y de todas las religiones.

Como institución cristiana nuestro rol es seguir a Jesús, pero este seguimiento ha de

darse desde el compromiso asumido con las causas de los y las empobrecidos y

vulnerables.

Aquí la espiritualidad no ha de ser concebida desde mi relación con Dios de manera

exclusiva, esta espiritualidad es comprendida como la hermenéutica de la historia que

explicita y reflexiona críticamente los cimientos que dan soportes a las esperanzas y

visiones de mundo de las corrientes teóricas y sociales.

La espiritualidad significa aquí la conciencia de que el mundo es un fenómeno, que no

es la verdad absoluta ni lo último. La espiritualidad es la esperanza de que la injusticia

que caracteriza al mundo no puede permanecer así, que lo injusto no puede

considerarse como la última palabra, porque el Dios de la vida es el Dios de la justicia y

ha venido para que tengamos vida en abundancia y quienes creemos en él sabemos

que así será y que por eso vivimos y luchamos.

Esta concepción espiritual nos debe conducir a ponernos del lado de los que sufren,

sobretodo cuando los sufrimientos de las personas son irrespetados, no son tomados

en consideración.

No es la riqueza la que confiere dignidad y justicia a nuestra existencia; nuestra

existencia está justificada y somos dignos antes de la riqueza, el poder o el éxito, pues

somos justificados por la gracia de Dios del mismo que se vació del poder porque ama

gratuitamente a toda la humanidad y a toda la creación.

Nuestro gran desafío es ayudar a las personas a entender que la revelación divina es

un proceso donde el ser humano no aprende cosas, sino que aprende a aprender a ser

humano.

Nuestro desafío es la lucha por la construcción de relaciones sociales y económicas

que permitan una vida digna para todas las personas y en la esperanza que nace de la

muerte y resurrección de Cristo Jesús. La vida tiene sentido, el sufrimiento no porque lo

que Dios ha concebido para el ser humano es un proyecto de felicidad y lo que esté

fuere de ese proyecto no es de Dios.

El cambio no se dará solamente con movilizaciones sociales e incidencia contra el

sistema injusto, se requiere de una verdadera revolución espiritual. Una espiritualidad

vivida como un camino que nos lleva a descubrir nuestra condición humana y

reconciliarnos con ella.

Esa reconciliación nos permite, y al mismo tiempo se da en la medida que

compartamos con otras personas y grupos los sufrimientos, los miedos y las

inseguridades (compasión), y también las esperanzas, luchas y alegrías (solidaridad).

Sin el encuentro con las personas que sufren, el cual acontece en la compasión y la

lucha solidaria, no hay encuentro con migo mismo y con el espíritu en medio de

nosotros y nosotras y sin esos encuentros no existe reconciliación.

La espiritualidad es el sentido último de la vida que mueve a las personas y a la

sociedad y por ello es importante que tengamos en cuenta que sin la revolución

espiritual no habrá verdadera revolución social.

Justo es recordar las palabras que en su momento dijera San Pedro Poveda con las que nos

invitaba a asumir el compromiso con la transformación de la realidad “¿Quiénes son los más

valientes, intrépidos, arriesgados?

Los y las Jóvenes. ¿Quiénes son los que tienen ideales? Los y las jóvenes.

Preguntarán: ¿Qué podemos hacer? Ustedes pueden transformar el mundo, ni más ni

menos.

!Oh Juventud, arma poderosa, brazo casi omnipotente, fuerza del mundo!

S. Pedro Poveda.

¿Cuáles eventos pueden identificar en sus comunidades que hayan implicado alguna

acción importante promovidas por los y las jóvenes?

¿Cómo definen el compromiso social de la juventud en sus comunidades?

¿Qué haría falta para que exista una juventud comprometida en sus comunidades?

¿Cómo pueden aportar para que la juventud desarrolle un compromiso social con sus

comunidades?

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Juventud y Revolución social: Algunos aportes sobre la situación juvenil en la

actualidad.

Rafael Álvarez de los Santos.

Un breve contexto histórico.

Esta época se caracteriza por la ambigüedad y por ser un momento de transición que

cuestiona los últimos tiempos de una modernidad que fracasó, y no dio respuestas a

las inquietudes del ser humano para vivir mejor.

Cuestiona lo que estuvo vigente en los últimos tres siglos, los valores, la política, los

modelos sociales, por eso estamos viviendo en crisis.

Hay una tendencia a desconfiar de todos los postulados de la modernidad. De que el

ser humano iba a encontrar el camino de la felicidad a través del uso de la razón, que

iba a poder emanciparse y vivir en libertad. Que a través de la política, las ciencias

sociales y la tecnología se iba a transformar la sociedad. Es una desconfianza en el

pensamiento utópico.

El socialismo como propuesta ideológica fracasó, y el liberalismo o capitalismo salvaje

triunfó. Actualmente no hay competencia y este hecho fue proclamado como el

pensamiento único.

Los y las jóvenes de ahora son más realistas, las generaciones anteriores eran más

idealistas. Son hedonistas como consecuencias de la época histórica en que les ha

tocado vivir. No aceptan la doble moral de los adultos y de un mundo que fracasó en

brindarle respuestas para su futuro, para las injusticias y las desigualdades.

Es una época de incertidumbre y perplejidad, confusión, inseguridad y desconfianza.

Recuperar las utopías es importante. Hay una crisis de certeza, no se sabe en qué se

va a creer. Es una pérdida de lo que se daba por supuesto.

La globalización ha traido una relativización de la vida. Nadie es absoluto porque hay

otras formas de vivir. Todo es ambiguo, ni es bueno ni es malo, se respetan las

diferencias, nada tiene que ser de una forma, lo diverso no es malo, sino rico. Todo lo

anterior produce relativismo ético, pero también produce una demanda ética.

Pero también la modernidad puso en cuestionamiento los valores cristianos, la fe fue

relegada al plano de sustituta y Dios actuaría solamente cuando la ciencia no pudiera.

La arrogancia intelectual de algunos autores les llevaría a proclamar la muerte de Dios.

Muerto Dios quedaba sostenido en vilo la respuesta a la búsqueda de sentido y

felicidad del ser humano.

Es una sociedad movida por la lógica económica llamada Neoliberalismo cuyos

valores ubicarán la felicidad, la respuesta a la búsqueda de sentido del ser humano en

el consumo.

En este modelo el ciudadano fue sustituido por el consumidor. Será el consumismo

quien pasará a regir los valores de esta sociedad teniendo como principal blanco de

público, o target como le llaman hoy, a los y las jóvenes.

¿Qué ha pasado con la Juventud de hoy en República Dominicana?

En los años 60 y 70 la juventud era fervorosa, movida, se le llamaba revolucionaria. Era

una juventud que creía fielmente en que se podía cambiar el mundo, tenían sueños,

utopías, soñaban con un mundo más humano, con un mundo donde todos y todas

fuéramos iguales.

Pero las luchas revolucionarias no fueron suficientes y fue perdiéndose la fe en estas,

se fue volviendo débil la razón para cantar una canción que se popularizara bastante

en nuestras iglesias “hombres nuevos creadores de la historia, constructores de nueva

humanidad”.

Si observamos, en relación a personas por admirar y emular su ejemplo como modelo

de lucha en nuestro país son jóvenes de esa época y podemos mencionar, por citar

algunos ejemplos, a Manuel Aurelio Tavárez Justo, las hermanas Mirabal, Amín Abel,

Amaury Germán Aristy, entre muchos otros.

Luego llegamos a la década de los 80tas. Esta década es conocida en la historia como

la “década perdida”. La razón al denominársele de esta manera es porque ninguna

economía creció produciéndose grandes crisis a nivel de América Latina.

Precisamente estas crisis económicas acentuaron el papel de los movimientos sociales

encarnadas en manifestaciones públicas de rechazo a las salidas propuestas por los

gobiernos de aquel entonces y exigiendo mejor calidad de vida.

Y es así como llegamos a los inicios de la década de los 90tas. En este período llegan

los desencantos, los desengaños, la evaluación de las luchas pasadas y al contrastarse

con la situación social del momento la gente comenzó a darlas por perdidas.

En este período comienza a surgir una juventud conformista, una juventud que decía

“para qué sirvieron las luchas, quizás es mejor no hacerlas y dedicarnos a la

generación de ingresos económicos pues eso es lo que importa”. Se crea la imagen de

que para ser alguien y ser tomado en cuenta debes tener dinero y comienza una

búsqueda del dinero como garante de reconocimiento social y de agenciarse el favor

de la justicia.

Los fracasos pasados se convirtieron en egoísmos, se rememoran las películas del

viejo oeste donde prevalece la ley del más fuerte, el cine de Hollywood comienza a

vendernos a Rambo, Rocky, el Demoledor... y sus películas de súper héroes de carne

y hueso pues las imágenes que guardábamos era la de seres superiores a los

humanos que no albergaban la finitud de la mortalidad.

A partir de estas películas comienza a crearse una cultura de violencia y un afán por la

apariencia física (recordemos que estos nuevos héroes eran hombres de gran

corpulencia) y, por qué no, un nuevo prototipo del machismo encarnando estos

hombres los nuevos gustos de las mujeres: el hombre alto, fuerte, de ojos azules...

Es precisamente en esta década donde comienzan a surgir los tratados de superación

personal donde se propone que no te puedes quedar atrás, que debes buscar la

excelencia para “ser más”, inclusive más que los demás “porque tienes que tener

mucho más (dinero, ropa, perfumes) para ser gente”. Incluso se escriben libros que te

señalan cómo alcanzar el éxito, pero quienes lo escriben son personas de un nivel

económico muy alto donde te describen su proeza de cómo llegaron a ser millonarios y

por ende nos hacen pensar que el éxito depende de qué cantidad de dinero hayas

podido acumular en tu vida.

Aquí cambiará de sentido el concepto de sociedad pues el modelo que se nos presenta

es la clase económica de apellidos sonoros, los barrios quedarán excluidos del

concepto y pasarán a ser los malos de la película, los revoltosos, los violentos, los

delincuentes, sólo teniendo poder económico tendrás estatus social y lo importante es

que dejarás de parecerte a la clase que no es modelo para nadie: los pobres.

La conclusión será la siguiente: un hombre o mujer de éxito será la persona que posee

un nivel económico alto, no la persona que haya logrado tener una familia estable, una

relación con Dios estable, relaciones humanas y sociales estables. La estabilidad y la

felicidad sólo la dará el dinero, lo demás no tiene sentido.

Todo esto nos alejó mucho más del compromiso social tan así que ya no tenemos

personas que se nos presenten como ideales a seguir, el papel de los patriotas y

líderes sociales pasará a ser ocupado por los deportistas o los artistas, personas cuyo

éxito radica en las grandes fortunas que han obtenido, no en lo que hayan aportado a

la transformación de sistemas de convivencias injustos.

Y tiene uno que andar reviviendo a Duarte, Sánchez, Mella, Luperón, Caamaño, Ché

Guevara, Mamá Tingó, entre otros tantos que en un determinado momento fueron

jóvenes igual que la mayoría de la población dominicana, sólo que los modelos de

referentes sociales no eran los grandes millonarios, sino el interés por la justicia. Y es

así como nos hemos ido quedando con una sociedad sin referentes a quienes los

jóvenes puedan idealizar.

Comenzando el año dos mil nos encontrábamos con una juventud totalmente diferente:

sin personalidad, sin compromiso social, temeroso de las relaciones y de las cosas

serias, que gira como veleta “siempre guiada por el viento”, actúa de acuerdo a la

coyuntura social actual (modas, música, bailes).

La juventud pasará a ser determinada por la edad, los estudios y la no incorporación al

trabajo laboral. Partiendo de estas premisas podemos afirmar que tenemos mucho

menos jóvenes de los que biológicamente se cree porque el joven común tiene que

trabajar y estudiar para poder superarse. Con este contexto juvenil no se veía mucha

esperanza hasta finales de los noventas e inicios del año dos mil.

Algo nuevo está naciendo.

Las grandes rupturas históricas han tenido en su epicentro el alma de juventud; jóvenes

atrevidos, contestatarios de los sistemas injustos, de las políticas excluyentes y de

liderazgos corruptos. Esa intervención juvenil en el compromiso con la historia parece

estar de regreso para alivio nuestro.

Este regreso de lo juvenil como sujetos que protagonizan su propia historia está

precedido de los enfoques asumidos en los conceptos de ciudadanía y la posterior

reflexión sobre la subjetividad desde contextos empobrecidos y de vida negada; estos

planteamientos traerán el renacer de los grandes movimientos sociales que hoy tienen

presencia en diferentes países y el nuestro no es la excepción.

Primero daremos un paseo por el plano internacional para terminar aterrizando en el

plano local. Comenzamos por Egipto donde el cansancio de la perpetuidad de una

persona en el poder hizo despertar el espíritu juvenil dormido iniciando lo que se llamó

“la revolución de la juventud” el 25 de enero de 2011, y que dio al traste con el

Gobierno despótico de Hosni Mubarack; se le llama de esta manera porque el

promedio de los que ocuparon la Plaza Tahrir no sobrepasaban los 30 años y por el

uso intensivo de las telecomunicaciones y las nuevas tecnologías, ya que estas

protestas fueron convocadas a través de Facebook y twiter.

En España los Indignados o el 15-M (Movimiento 15 de mayo) comenzó como una

protesta juvenil contra la precariedad laboral, los recortes del presupuesto a la

educación y el aumento de los créditos en las universidades. Estas manifestaciones

encontraron eco en la población española y culminaron con el adelanto de las

elecciones por parte del presidente de entonces Rodríguez Zapatero.

En Libia, unos jóvenes iniciaron lo que es conocido como “La revuelta del 27 de febrero

o el día de la ira”. En un primer momento el sentido era demandar reformas políticas y

económicas, pero la manera en como respondió el gobierno hizo que se sumaran otras

fuerzas que dieron al traste con la Caída de Gadafi.

En Chile surgió un movimiento cuyo accionar fue conocido como “la revolución de los

Pingüinos”. Un grupo de estudiantes de secundaria que se levantaron exigiendo calidad

en la educación.

En nuestro caso particular desde principios del 2000 la juventud ha venido mostrando

señales de empoderamiento e incidencia muy significativas. Podríamos mencionar aquí

hechos anteriores a la fecha que asumimos como referente, pero hemos preferido partir

de la indicada por considerarlos más vigentes en la memoria no solo de los adultos,

sino de los y las jóvenes.

El surgimiento de Yatabueno y DeLuto (ambos disueltos), que se manifestaban en las

zonas céntricas de la capital contra el Gobierno de Hipólito Mejía (2000-2004) y las

actividades de Juventud Rebelde en 2003 y 2004 comenzaron a prefigurar una activa

participación de los jóvenes en la vida política del país para este nuevo milenio;

participación visible que venía en declive desde las movilizaciones estudiantiles de los

60, 70 e inclusive desde mediados de los 80, aunque siempre han existido jóvenes

participantes de los movimientos sociales y en el interior de la UASD nunca han

desaparecido ciertos focos de resistencia.

Dos grandes procesos con un fuerte componente juvenil se sucedieron durante los

años 2004 y 2005, y fueron, la lucha contra el Rockash y contra la aprobación de la Ley

Sectorial de Áreas Protegidas, que pretendía cercenar las playas del Parque Nacional

Jaragua (en especial Bahía de las Águilas) y del Parque Nacional del Este; y la lucha

contra el engendro de la Isla Artificial.

En agosto de 2006, se realizó "La Otra Feria", donde un grupo de estudiantes de

diferentes universidades y profesionales, decidieron reunirse para mostrar la Verdadera

República Dominicana frente a "la mentira, la corrupción y la falsedad".

El 2009 fue el año de la lucha contra la cementera en Los Haitises, la más masiva y

destacada de las luchas del momento. Los jóvenes, los organizados y los

independientes, llevaron la voz cantante en este exitoso proceso.

El 2010 fue marcado por tres hitos: la lucha contra la Barrick Gold durante toda la

primera mitad hasta las elecciones de mayo, el Comité Contra el Abuso Policial en

agosto de 2010, que desarrolló una marcha contra la violencia; y las movilizaciones por

el 4% para la educación, que aunque han unido al país, y tienen la participación de los

empresarios, las ongs, los maestros y hasta de los campesinos, destaca la

participación y empatía con los y las jóvenes desde sus diferentes expresiones

asumidas especialmente por el grupo juvenil cerito y cruz quienes realizaron un video

que subieron a youtube retratando la realidad de la educación dominicana.

En el 2011 continua la lucha por el 4% para la educación concentrando a centenares

de jóvenes en los puntos estratégicos y definidos para tal movilización.

El 2012 tiene especial relevancia la lucha llevada a cabo por la Pastoral Juvenil en

donde adolescentes y jóvenes se manifestaron rechazando las intenciones del

congreso dominicano de aumentar las penas a los niños, niñas y adolescentes que

cometieran algún hecho delictivo, acción que permanece puesto que las intenciones

siguen intactas y falta por conocerse en el Senado de la República. En este orden

también hubo un aporte de los NNAJ de Visión Mundial.

Importante es resaltar que una vez se conoció el monto del déficit fiscal heredado de la

gestión del ex presidente Leonel Fernández jóvenes de todo el país se movilizaron

exigiendo se esclarecieran las causas y fuesen juzgados los responsables. Junto a

estas acciones iniciaron un itinerario de juicios públicos en los que condenaban el

desfalco al estado y exigían el cese de la impunidad rampante en el país.

Estos eventos nos endulzan el paladar y nos devuelven la alegría de saber que no todo

está perdido, que la juventud está renaciendo.

Nuestro rol como Iglesia ante los posibles escenarios de incidencia social.

En este tiempo de globalización, nuevas tecnologías y búsqueda de nuevas

identidades el posibilitar organizaciones juveniles que puedan generar propuestas de

ciudadanía y constitución de identidad es un verdadero reto que afrontar. Las y los

jóvenes cada vez están más expuestas/os (llamados/as) tanto en los centros urbanos

como en los suburbanos y rurales a fortalecer sus identidades desde visiones foráneas

y ajenas a su historia y culturas.

Los jóvenes son actualmente el público preferido del mercado consumidor, a ellos y a

ellas se les invita a ser libres, a descubrir el secreto de la felicidad, a ser diferentes,

únicos usando tal o cual marca. La cultura neoliberal promueve la construcción de

individuos-objetos, seres no pensantes, presos de la fantasía y la apariencia. Nuestros

jóvenes son víctimas de un mercado y modelo excluyente y de una modernización que

ha promovido el individualismo alejando a las personas de las luchas por las causas

colectivas y es así como nos hemos encaminado a una sociedad que difiere de las

luchas sociales, nos ven como los malos de la película y se va buscando salidas

individuales a problemas colectivos y sociales.

En este orden el empoderamiento y participación de las organizaciones juveniles

pueden aportar en los procesos sociales, económicos, políticos y culturales, en el

seguimiento de políticas públicas que van encaminadas a ser enriquecidas y validadas

con la participación de una ciudadanía juvenil organizada y consciente de la realidad en

que se desarrolla.

Es vital para estos y estas jóvenes el fortalecimiento de su identidad personal, social,

colectiva desde la apropiación de su historia, la expresión de su creatividad y el

desarrollo de sus propias iniciativas, desde una visión crítica de la sociedad que forman

parte.

Se impone la construcción social de una nueva ciudadanía juvenil que posibilite un

mayor empoderamiento personal y colectivo con miras a la constitución de una

juventud comprometida con la transformación social que favorezca que las y los

jóvenes cuenten con espacios en los que les sean garantizados sus derechos y

sobretodo se empoderen de los espacios de participación ciudadana.

Estimular el desarrollo de una conciencia crítica.

En nuestro trabajo con jóvenes será importante desarrollar en ellas y ellos un interés

por la realidad en la cual viven. Este interés puede facilitarse a cualquier persona de

cualquier edad, sabiendo por supuesto que las herramientas que utilizamos para

conseguir este objetivo varían según muchísimos factores (dónde vive, quién es, qué

quiere, etc.).

Estas herramientas deben ser sólo eso: herramientas. Un martillo y unos clavos nunca

sustituyen el trabajo de la persona obrera, aún si son necesarios o indispensables. Se

ofrecen como instrumentos que deben facilitar a cada persona, a cada joven su propia

búsqueda, de modo que se interese desde sí mismo en su realidad. Creemos en la

capacidad de las y los jóvenes para entender a fondo su propio entorno, y por eso

mismo tratamos de evitar explicarles ese entorno. Es suficiente, en la mayoría de los

casos, con apenas facilitar las condiciones para que ellas y ellos mismos desarrollen

una discusión acerca de un tema, y lo enfoquen desde diversos puntos de vista críticos.

La conciencia crítica implica una visión activa (aún si en principio parte de lo pasivo o

contemplativo) de la realidad. Sabemos que cada joven tiene sus propios rasgos físicos

y emocionales, por lo tanto no hay dos conciencias iguales. Sabemos, además, que la

realidad de cada joven es distinta: aún si viven en la misma comunidad, cada joven

tiene su familia particular, sus amigos y amigas particulares, sus actividades

particulares, y dado que su conciencia también es particular, entonces su relación con

esa realidad obligatoriamente será también particular. Por lo tanto, la conciencia crítica

debe ser apenas facilitada o, mejor aún, simplemente recomendada o provocada, de

manera que surja de la riqueza interior de cada joven.

El interés por la realidad no es algo que deba surgir de la noche a la mañana, pues de

ser así, no habrá surgido de forma natural, y de la mañana a la noche habrá

desaparecido. Por eso hablamos de DESARROLLAR una conciencia crítica. La

conciencia crítica puede nacer del interés del joven por un pequeño fragmento de su

realidad; dicho fragmento, si se somete a su conciencia crítica, la estimulará, la

impulsará a generar preguntas que, a su vez, conducirán a otros fragmentos de la

misma realidad, derivados de aquel primer fragmento. De este modo la conciencia

crítica, tal como si se tratara del aprendizaje de un instrumento musical, cada vez

tendrá más amplitud, y por tanto cubrirá cada vez más la realidad circundante del

joven.

Finalmente, como consecuencia de este desarrollo de la conciencia crítica surgen otros

elementos. Hablamos de fomentar la libertad de expresión, y el desarrollo de una

conciencia crítica inevitablemente estimula la libertad –y, más aún, la necesidad- de

expresión en el joven. Hablamos de la creación de alternativas y propuestas desde los

jóvenes y su realidad, y de una conciencia crítica de las cosas reales que provoca el

sistema adultocéntrico (es decir, que gira en función de todo lo que es adulto); el

desarrollo de una conciencia crítica inevitablemente conduce al joven a aprobar

determinados elementos del sistema que condiciona su realidad, y por ende a

condenar otros elementos de ese sistema, y esto lo conduce a proponer, por iniciativa

propia, alternativas y propuestas para mejorar esa realidad. Esto, a su vez, lo conduce

al compromiso con la transformación de su realidad social, pues se ha convertido ese

compromiso en el compromiso que por naturaleza tiene para con sí mismo y sus

intereses personales: ahora el bienestar de su entorno es su propio interés. Hablamos

de la participación de las y los jóvenes en la toma de decisiones, y el desarrollo de una

conciencia crítica (seguido por el compromiso del que hemos hablado) conduce

inevitablemente a esa participación en la toma de decisiones; lo cual conduce a la

descentralización del poder adulto céntrico, pues el desarrollo de una conciencia crítica,

al fortalecer la identidad del joven, le confiere poder e incidencia reales sobre la

realidad que lo rodea. Vemos nuestro trabajo como un esfuerzo por afirmarnos como

sujetos capaces de tomar decisiones desde una perspectiva consciente y libre.

¿Qué espiritualidad promovemos?

Los y las jóvenes piden respuestas éticas y buscando esa demanda han regresado a lo

sagrado. El joven necesita respuestas éticas ante sus demandas existenciales, si no

las encuentra en la historia la busca en lo sagrado

En estos últimos tiempos ha habido un gran auge en occidente de las filosofías

orientales, de la meditación y de todas las religiones.

Como institución cristiana nuestro rol es seguir a Jesús, pero este seguimiento ha de

darse desde el compromiso asumido con las causas de los y las empobrecidos y

vulnerables.

Aquí la espiritualidad no ha de ser concebida desde mi relación con Dios de manera

exclusiva, esta espiritualidad es comprendida como la hermenéutica de la historia que

explicita y reflexiona críticamente los cimientos que dan soportes a las esperanzas y

visiones de mundo de las corrientes teóricas y sociales.

La espiritualidad significa aquí la conciencia de que el mundo es un fenómeno, que no

es la verdad absoluta ni lo último. La espiritualidad es la esperanza de que la injusticia

que caracteriza al mundo no puede permanecer así, que lo injusto no puede

considerarse como la última palabra, porque el Dios de la vida es el Dios de la justicia y

ha venido para que tengamos vida en abundancia y quienes creemos en él sabemos

que así será y que por eso vivimos y luchamos.

Esta concepción espiritual nos debe conducir a ponernos del lado de los que sufren,

sobretodo cuando los sufrimientos de las personas son irrespetados, no son tomados

en consideración.

No es la riqueza la que confiere dignidad y justicia a nuestra existencia; nuestra

existencia está justificada y somos dignos antes de la riqueza, el poder o el éxito, pues

somos justificados por la gracia de Dios del mismo que se vació del poder porque ama

gratuitamente a toda la humanidad y a toda la creación.

Nuestro gran desafío es ayudar a las personas a entender que la revelación divina es

un proceso donde el ser humano no aprende cosas, sino que aprende a aprender a ser

humano.

Nuestro desafío es la lucha por la construcción de relaciones sociales y económicas

que permitan una vida digna para todas las personas y en la esperanza que nace de la

muerte y resurrección de Cristo Jesús. La vida tiene sentido, el sufrimiento no porque lo

que Dios ha concebido para el ser humano es un proyecto de felicidad y lo que esté

fuere de ese proyecto no es de Dios.

El cambio no se dará solamente con movilizaciones sociales e incidencia contra el

sistema injusto, se requiere de una verdadera revolución espiritual. Una espiritualidad

vivida como un camino que nos lleva a descubrir nuestra condición humana y

reconciliarnos con ella.

Esa reconciliación nos permite, y al mismo tiempo se da en la medida que

compartamos con otras personas y grupos los sufrimientos, los miedos y las

inseguridades (compasión), y también las esperanzas, luchas y alegrías (solidaridad).

Sin el encuentro con las personas que sufren, el cual acontece en la compasión y la

lucha solidaria, no hay encuentro con migo mismo y con el espíritu en medio de

nosotros y nosotras y sin esos encuentros no existe reconciliación.

La espiritualidad es el sentido último de la vida que mueve a las personas y a la

sociedad y por ello es importante que tengamos en cuenta que sin la revolución

espiritual no habrá verdadera revolución social.

Justo es recordar las palabras que en su momento dijera San Pedro Poveda con las que nos

invitaba a asumir el compromiso con la transformación de la realidad “¿Quiénes son los más

valientes, intrépidos, arriesgados?

Los y las Jóvenes. ¿Quiénes son los que tienen ideales? Los y las jóvenes.

Preguntarán: ¿Qué podemos hacer? Ustedes pueden transformar el mundo, ni más ni

menos.

!Oh Juventud, arma poderosa, brazo casi omnipotente, fuerza del mundo!

S. Pedro Poveda.

¿Cuáles eventos pueden identificar en sus comunidades que hayan implicado alguna

acción importante promovidas por los y las jóvenes?

¿Cómo definen el compromiso social de la juventud en sus comunidades?

¿Qué haría falta para que exista una juventud comprometida en sus comunidades?

¿Cómo pueden aportar para que la juventud desarrolle un compromiso social con sus

comunidades?

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